domingo, 28 de abril de 2019

El collar

El collar




ERA UNA DE ESAS LINDAS Y DELICIOSA criaturas nacidas como por un error del destino en una familia de empleados. no tenia dote, ni esperanza de cambiar de posicion; no disponia de ningun medio para ser conocida, comprendida, querida, para encontrar un esposo rico y distinguido; y consistio que la casaran con un modesto empleado del ministerio de instruccion publica.

no pudieron adornarse, fue sencilla, pero desgraciada, como una mujer obligada por la suerte a vivir en una esfera inferior a la que le corresponde; porque las mujeres no tienen casta ni raza, pues su belleza, su atraccion y su encanto les sirve de ejecutoria y de familia, su natividad firmeza, su instinto de elegancia y su flexibilidad de espiritu son para ellas la unica jeraquia, que iguala a la hijas del pueblo con las mas grandes señoras.



sufria constantemente, sintiendose nacida para todas las delicadezas y todos sus lujos, sufria contemplado la pobreza de su hogar la miseria de las paredes, sus estropeadas sillas, su fea indumentaria.

todas estas cosas, en la cuales ni siquiera habria reparado ninguna otra mujeres su casa, la turnaban y la llenaban de indignacion. la vista de la muchacha bretone que les servia de criada despertaba en ella pesares desolados y delirantes en sueños. 

pensaba en las ante camaras mudas, guarnecidas de tapices orientales, alumbradas por altas lamparas de bronces y endos pulcros lacayos de calzon corto, dormidos en ancho sillones, amodorrados por el intenso calor de la estufa. pensaba en los grandes salones colgados de sedas antiguas, en los finos muebles repletos de figurillas inestimables y en los salloncillos coquetones, perfumados, dispuestos para hablar cinco horas con los amigos mas intimos, los hombres famosos y agasajados, cuyas atenciones ambicionaban todas la mujeres.



cuando se sentaba, a la horas de comer,  delante de la redonda mesa, cubierta pór un mantel de tres dias, frente a su esposo, que destapaba la sopera, diciendo con aire de satifaccion: ah, que buen caldo no hay nada para mi tan excelente como esto, pensaba en las comidas delicadas, en los servicios de plata resplandeciente, en los tapices que pueblan las paredes de personajes antiguos y aves extrañas dentro de un bosque fantastico.

 pensaba en los exquisitos y selectos manjares, ofrecidos en fuentes maravillosas; en las galanterias murmuradas y escuchadas con sonrisa de esfinge, al tiempo que se paladea la sorosada carne de una trucha o un alon de faisan.

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